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PINTORAS MEXICANAS: 1820/1920



Pintura de: Carmen Mondragón Nahui Ollin

Aunque en el siglo XIX se esperaba que la mujer cumpliera con su labor histórica, como lo es el matrimonio y la crianza de los hijos, algunas pudieron además combinar esas actividades con su veta artística, tal es el caso de Guadalupe Carpio, Otilia Rodríguez, Carmen Mondragón y Leopolda Gassó y Vidal.
La obra de Carpio fue fundamental porque es un testimonio fidedigno de que fue madre, esposa y artista. Antes de ella, se conocieron escasos ejemplos de mujeres en estas condiciones.
En su artículo “Galería de pintoras mexicanas 1820-1920”, la historiadora del arte Eva María Ayala Canseco señala que es a partir de 1810 cuando las obras de las mujeres pintoras de aquella época se vuelven más comunes en el México independiente, pues se han dejado atrás los viejos modelos para implantarse otros.
El siglo que comenzaba, explica la también investigadora, enfatizó el tutelaje sobre las mujeres y resaltó la diferencia biológica imponiendo con dureza, los roles de cada género: el hogar y la familia sería el entorno tradicional de las “hijas de Eva”.
No obstante, continúa, las voces femeninas buscaban espacios de expresión, muchas deben haber pintado y trabajado sin firmar, de tal forma que aún se tendrá que investigar a mayor profundidad cuántas obras registradas bajo autor desconocido provienen de manos femeninas.
Hacia 1820, indica la especialista en el número más reciente de la revista “Relatos e Historias en México”, algunas notables damas empezaron a tomar clases de pintura con maestros particulares y en las distintas escuelas del país.
De estos años procede la obra de Francisca Salazar, retratista de monjas de cuyas pinturas, que tienen la expresión ingenua de los retratistas, se conservan tres láminas de marfil como testimonio de su creatividad.
A finales del siglo XIX, a pesar del incremento de estudiantes y a diferencia de sus colegas, ninguna de ellas trabajaba de pintora. Se les prohibía tomar clases de anatomía y todas aquellas vinculadas con el desnudo.
La educación artística era una virtud extra a la que dejaban atrás después del matrimonio o de que llegaran los hijos.
Por otro lado, indica Ayala Canseco, la formación incompleta obligó a la mayoría a abordar retratos, naturaleza muerta, paisaje y la copia de obras de otros pintores. Cuando realizaron creaciones originales, los críticos de la época les llamaron “interiores domésticos”.
Una excepción fue Otilia Rodríguez Torres (1876-1959), pupila de José María Velasco, quien fue de las pocas estudiantes que cursó la matrícula completa y obtuvo premios en el concurso de pintura de paisaje tomado del natural y en el dibujo superior de yeso.
La única mujer en colaborar como dibujante en el periódico “El Imparcial”, tuvo la particularidad de haber tenido un padre o un marido artista.
Su madre Cruz de la Torre, es ejemplo de independencia y seguridad, pues se recibió formalmente en 1889 como una de las primeras médico-parteras del país.

Articulo sobre la Obra de Eva María Ayala Canseco "Galería de Pintoras Mexicanas 1820-1920" publicado por Estos días.com.mx semanario de Quintana Roo