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TRES MALETAS

Cuando lo conocí me llamó la atención su carácter a la vez que era muy serio, decía cosas que me gustaban y me hacían reír. Por eso me casé con él y también porque tenía un buen negocio, una refaccionaria. A mí nunca me ha gustado vivir en la pobreza, mis padres siempre fueron pobres y había ocasiones que no nos alcanzaba ni para comer. Yo no pude estudiar sólo hice la primaria, pero con muchas dificultades. Aun así conseguí colocarme de dependienta en algunas zapaterías. Porque dicen que estoy de buen ver.
Trabaje en la colonia Juárez en un local junto a la refaccionaria de Juan. Ahí nos hicimos novios, como él también viene de una familia humilde no le importo andar conmigo, aunque ya en ese tiempo tenía su buen dinero. Después de un año nos casamos, trabaje con él en la refaccionaria y me di cuenta que tengo facilidad para los negocios, en un rato me hice cargo de muchas cosas. Juan me tenía confianza por lo que nuestras cuentas siempre estuvieron mancomunadas.
Al principio de nuestro matrimonio se portaba muy bien conmigo me sacaba a pasear y nos divertíamos mucho. Pero después ya no. Era muy celoso y me acusaba de andar con otros aunque no era cierto. Lo de José Luis fue después.
Me empezó a golpear. Me daba mucho miedo cuando anochecía y no llegaba, pues se envalentonaba con el alcohol. Últimamente mi situación con Juan se hizo insoportable, cada vez más violento, de cualquier cosa se irritaba, me gritaba y humillaba delante los empleados, una vez me quiso golpear cuando estábamos con José Luis, pero el lo detuvo. Lo peor fue cuando me disloco un hombro y me tuvieron que hospitalizar. Después de las golpizas me daba mucho sentimiento y coraje y no podía descargarlo con nadie, por eso lo odie. Pensé que la vida sería mejor sin él
Hace como tres meses conocí a José Luis, llegó a la casa con Juan quien lo invito a tomar unas copas. Desde un principio me di cuenta que yo le gustaba. Recorría mi cuerpo con la mirada cuando Juan no se daba cuenta. Con cualquier pretexto nos visitaba. Empezó a llegar cuando sabía que no estaba mi esposo. El es muy guapo y a mi también me empezó a gustar por eso le correspondí, aunque me daba terror que Juan se diera cuenta.
Al principio solo era una idea, después se hizo más clarita, yo no quería renunciar a mi vida, me encontraba a gusto con el negocio, con las comodidades que ahora gozaba y también porque no decirlo con el cariño y las atenciones de José Luis. Al único que no soportaba era a Juan, le tenía miedo y mucho resentimiento. La idea se me fue metiendo en la cabeza, pensé en muchas formas de llevarlo a cabo.
Lo comenté con José Luis, al principio se asustó pero cuando le conté todo lo que me pasaba y recordó lo que había presenciado me dio la razón y empezamos a planearlo. Pensamos que sería más fácil si lo llevábamos a un lugar alejado de la ciudad y buscar algún pretexto para emborracharlo. Se nos ocurrió hacerlo en una cabaña propiedad de José Luis.

Las cosas no fueron tan fáciles, Juan se puso violento y nos costó trabajo dominarlo, aunque estaba muy borracho y mareado, pues también le pusimos algunas pastillas en su bebida. José Luis lo pudo detener y le dio varios golpes. Agarró un marro y le pegó en la cabeza por atrás, al principio empezó a temblar con todo el cuerpo y luego ya se quedo quieto. No me dio lastima, al contrario me sentí en paz.¡ Todo lo que me había hecho ahora estaba pagado!
El piso de la cabaña se lleno de sangre y lo tuvimos que limpiar, José Luis se puso muy nervioso y me preguntó que como nos íbamos a deshacer del cadáver. Yo le dije que me tenía que ir al negocio para que no sospecharan y que hiciera lo que creyera conveniente.
Estando en la refaccionaria me habló por teléfono y dijo que comprara unas maletas y pasara por él a la cabaña. Así lo hice, le pregunté que donde tenía a Juan, me señalo el baño, cuando fui allá, cual fue mi sorpresa. En la tina alcance a ver una masa sanguinolenta, un revoltijo de músculos y huesos entre los que pude reconocer los brazos y los pies de Juan. En el extremo opuesto su cabeza. Ante tal horror ¡¡creí que me miraba!! José Luis había descuartizado a Juan. Entonces si sentí miedo y remordimiento.
Con todo dándome vueltas y el estómago revuelto le pregunte a José Luis que íbamos a hacer, me dijo que metiéramos el cadáver en las maletas y que lo revolviéramos con alguna ropa para tirarlo en un baldío…así lo hicimos. Estábamos muy nerviosos y fuimos a un camino en las afueras, a un lado vimos un terreno alambrado y ahí las dejamos. Parecía que no había nadie pero ya cuando nos alejamos alcance a ver por el espejo a una persona que se nos quedaba viendo.
Ahora sólo nos queda justificar con los empleados, la ausencia de Juan pues el no tiene ningún familiar que lo extrañe ni que lo vaya a buscar.

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